Cuba y el coronavirus: como la biotecnología cubana llegó a combatir el COVID-19

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La temprana entrada de Cuba en la industria biotecnológica le permitió aprovechar la experiencia internacional y desarrollar medicamentos para combatir el dengue y la meningitis. Uno de estos, el interferon Alfa-2B, se está utilizando ahora para combatir los efectos del COVID-19, escribe Helen Yaffe (University of Glasgow).

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El COVID-19 surgió en la ciudad china de Wuhan a finales de diciembre de 2019, y para enero de 2020 ya había golpeado como un maremoto a la provincia de Hubei, propagándose rápidamente sobre China y el resto del mundo.

El Estado chino entró en acción para combatir la propagación y atender a los infectados. Entre las treinta medicinas que la Comisión Nacional de Salud de China seleccionó para combatir el virus se encontraba el Interferón Alfa 2B, un antiviral cubano producido en China desde 2003 por la empresa mixta chino-cubana ChangHeber.

Interferón Alfa-2B y la biotecnología cubana

El Interferón Alfa-2B cubano ha demostrado ser efectivo en el tratamiento de virus con características similares a las del COVID-19. El Dr Luis Herrera Martínez, especialista cubano en biotecnología, explicó que “su uso evita que los pacientes con posibilidades de agravarse y complicarse lleguen a ese estadio y finalmente tengan como desenlace la muerte”.

Cuba desarrolló y utilizó por primera vez los interferones para detener un brote mortal del virus del dengue en 1981, una experiencia que catalizó el desarrollo de la industria de biotecnología de la isla. Hoy en día, Cuba es reconocida como una potencia a nivel mundial en este sector.

La primera empresa de biotecnología en el mundo, Genetech, se fundó en San Francisco en 1976, seguida por AMGen en Los Ángeles en 1980. Un año después, se creó el Frente Biológico, un foro profesional interdisciplinario para desarrollar la industria en Cuba.

Mientras la mayoría de los países en desarrollo tenían poco acceso a las nuevas tecnologías (ADN recombinante, terapia génica humana, bioseguridad), la biotecnología cubana se expandió y asumió un papel cada vez más estratégico tanto en la salud pública como en el plan nacional de desarrollo económico. Esto a pesar del bloqueo de los Estados Unidos que obstaculizaba el acceso a tecnologías, equipos, materiales, finanzas e incluso el intercambio de conocimientos. Impulsado por la demanda de salud pública, la industria biotecnológica se ha caracterizado por la rapidez de sus avances desde la investigación y la innovación hasta los ensayos clínicos y la aplicación, tal y como muestra la historia del interferón cubano.

La historia internacional del los interferones cubanos

Los interferones son proteínas señalizadoras producidas y liberadas por las células en respuesta a infecciones que alertan a las células cercanas para aumentar sus defensas antivirales. Fueron identificados por primera vez en 1957 por Jean Lindenmann y Aleck Isaacs en Londres. En la década de 1960, Ion Gresser, un investigador estadounidense en París, demostró que los interferones estimulan los linfocitos que atacan los tumores en ratones. En la década de 1970, el oncólogo estadounidense Randolph Clark Lee emprendió esta investigación.

Aprovechando el mejoramiento de las relaciones entre los EEUU y Cuba durante la presidencia de Jimmy Carter, el Dr Clark Lee visitó Cuba. En esta visita se reunió con Fidel Castro y lo convenció de que el interferón sería un el medicamento “milagroso”. Poco después, un médico cubano y un hematólogo pasaron una temporada en el laboratorio del Dr Clark Lee, regresando después a Cuba con más contactos y con las últimas investigaciones sobre los interferones.

En marzo de 1981, seis cubanos pasaron doce días en Finlandia con la doctora finlandesa Kari Cantell, quien en la década de 1970 había aislado el interferón de las células humanas y había compartido el avance científico al negarse a patentar el procedimiento. Los cubanos aprendieron a producir grandes cantidades de interferón. A los 45 días de regresar a la isla, habían producido su primer lote de interferón cubano, cuya calidad fue confirmada por el laboratorio de Cantell en Finlandia. Llegó justo a tiempo.

La epidemia del dengue de 1981 

Semanas después, Cuba sufrió una epidemia de dengue, una enfermedad transmitida por mosquitos. Fue la primera vez que esta cepa virulenta, que puede desencadenar una fiebre hemorrágica que pone en peligro la vida, aparecía en las Américas.

La epidemia afectó a 340,000 cubanos, con 11.000 nuevos casos diagnosticados cada día en el punto álgido de la crisis. Murieron 180 personas, incluidos 101 niños. Los cubanos sospechaban que la CIA había introducido el virus. El Departamento de Estado de EEUU lo negó, aunque una reciente investigación cubana afirma tener evidencia de que la epidemia se introdujo desde EEUU.

El Ministerio de Salud Pública de Cuba autorizó el uso de interferón cubano para detener el brote de dengue. Fue hecho a toda prisa y la mortalidad disminuyó. En su relato histórico, los científicos médicos cubanos Caballero Torres y López Matilla escribieron:

Fue el evento más extenso de prevención y terapia con interferón realizado en el mundo. Cuba comenzó a celebrar simposios regulares, que rápidamente atrajeron la atención internacional.

El primer evento internacional en 1983 fue prestigioso; Cantell dio el discurso de apertura y Clark asistió con Albert Bruce Sabin, el científico polaco-estadounidense que desarrolló la vacuna oral contra la poliomielitis.

Convencido de la contribución y la importancia estratégica de la ciencia médica innovadora, el gobierno cubano estableció el Frente Biológico en 1981 para desarrollar el sector. Científicos cubanos fueron al extranjero a estudiar, muchos en países occidentales. Su investigación tomó caminos más innovadores, ya que experimentaron con la clonación de interferón.

Cuando Cantell regresó a Cuba en 1986, los cubanos habían desarrollado el Interferón Alfa-2B recombinante humano, que desde entonces ha beneficiado a miles de cubanos. Con una importante inversión estatal, en 1986 se inauguró el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de Cuba. Para entonces, Cuba estaba sumergida en otra crisis de salud, un brote grave de meningitis B, que estimuló aún más el sector biotecnológico del país.

El milagro de la meningitis en Cuba

En 1976, los brotes de meningitis B y C golpearon a Cuba. Desde 1916, solo se habían visto unos pocos casos aislados en la isla. A nivel internacional, existían vacunas para la meningitis tipos A y C, pero no para el tipo B.

Las autoridades sanitarias cubanas obtuvieron una vacuna de una compañía farmacéutica francesa para inmunizar a la población contra la meningitis tipo C. Sin embargo, en los años siguientes los casos de meningitis tipo B comenzaron a aumentar. Se estableció un equipo de especialistas de diferentes centros de ciencias médicas, dirigido por la bioquímica Concepción Campa, para trabajar intensamente en la búsqueda de una vacuna.

En 1984, la meningitis B se había convertido en el principal problema de salud en Cuba. Pero en 1988, después de seis años de intenso trabajo, el equipo de Campa produjo la primera vacuna exitosa contra la meningitis B en el mundo. Un miembro del equipo de Campa, el Dr Gustavo Sierra, recordó su alegría:

Este fue el momento en que pudimos decir que funcionaba, y funcionaba en las peores condiciones, bajo la presión de una epidemia y entre personas de la edad más vulnerable.

Durante 1989 y 1990 fueron vacunados los tres millones cubanos en las categorías de mayor riesgo. Posteriormente, 250,000 jóvenes fueron vacunados con una vacuna combinada contra la meningitis B y C, la VA-MENGOC-BC. Registró una eficacia del 95 por ciento, alcanzando 97 por ciento para las edades de alto riesgo entre tres meses y seis años. La vacuna cubana contra la meningitis B recibió la Medalla de Oro de la ONU por la innovación global. Este fue el “milagro” de la meningitis de Cuba.

“Les digo a mis colegas que uno puede trabajar treinta años, catorce horas al día solo para disfrutar de ese gráfico durante diez minutos”, me dijo Agustín Lage, Director del Centro de Inmunología Molecular (CIM), refiriéndose a una ilustración del aumento y caída repentina de casos de meningitis B en Cuba. “La biotecnología comenzó por esto. Pero luego se abrieron las posibilidades de desarrollar una industria de exportación, y hoy la biotecnología cubana exporta a cincuenta países”.

Desde su primera aplicación para combatir la fiebre del dengue, el interferón cubano ha demostrado su eficacia y seguridad en la terapia de enfermedades virales como la hepatitis B y C, el herpes zóster, el VIH-SIDA y el dengue. Debido a que interfiere con la multiplicación viral dentro de las células, también se ha utilizado en el tratamiento de diferentes tipos de carcinomas. El tiempo dirá si el Interferón Alfa-2B demuestra ser un fármaco “milagroso” en la lucha contra el COVID-19.

Tomado de (LSE Latin America and Caribbean Centre)

Notas:
• Las opiniones expuestas en este artículo son de los autores y no reflejan la postura de LSE
• Este artículo se basa parcialmente en el capítulo 5 (“The curious case of Cuba’s biotech revolution”) del nuevo libro de Helen Yaffe: We Are Cuba! How a Revolutionary People Have survived in a Post-Soviet World (Yale University Press, 2020),
• Publicado previamente en inglés por Yale University Press blog
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Helen Yaffe is a lecturer in economic and social history at the University of Glasgow, specialising in Cuban and Latin American development, and a visiting fellow of the LSE Latin America and Caribbean Centre. She is the author of Che Guevara: The Economics of Revolution and co-author with Gavin Brown of Youth Activism and Solidarity: the Non-Stop Picket against Apartheid. Her book We Are Cuba! How a Revolutionary People Have Survived in a Post-Soviet World was published in 2020 by Yale University Press.

Havanatour

Embajada de Cuba en el Reino Unido

Nación y Emigración